Hace más de 25 años, la Organización Mundial de la Salud aprobó una recomendación que perseguía, entre otros objetivos, una ordenación adecuada de la comercialización y distribución de los sustitutivos de la leche materna, evidenciando así su preocupación ante los eventuales riesgos de incurrir en las prácticas habituales seguidas para otros productos alimenticios y que se consideran inapropiadas cuando están dirigidas a unos consumidores tan vulnerables.